El tiempo es el castigo, reseña de «Un amor» de Sara Mesa

Entre la avalancha de novedades que septiembre trae a escaparates y expositores, destaca, por las buenas sensaciones lectoras que dejaron sus obras anteriores, la ya sexta novela de Sara Mesa (Madrid, 1976). Con Un amor, esta prolífica y versátil escritora mantiene la puja que desde hace años mantiene por convertirse en figura referencial de las letras españolas. El potencial cinematográfico, el estilo tan personal y el gusto por un profundo estudio psicológico de los personajes femeninos de Cuatro por cuatro (finalista del premio Herralde), Cicatriz o Cara de Pan se mantienen en esta novela breve, opresiva y honda en culpa y desasosiego, pero también lo hacen algunos de sus defectos, por ejemplo, una trama no del todo apuntalada y un cierto maniqueísmo.

Mesa emprende un camino muy en boga en esas mesas de novedades, el de un personaje que abandona la gran ciudad para establecerse en el campo y abrir el conflicto que supone la aceptación de las reglas de la pequeña sociedad rural que lo acoge o rechaza. Ella es Nat, una treintañera que consigo trae un error o una culpa, cuyo origen no queda del todo esclarecido, y que ensombrecen todas sus decisiones y experiencias. La ciudad que ha dejado atrás es Cárdenas, el Macondo sin realismo mágico donde la autora afincada en Sevilla ha ubicado gran parte de su producción. El lugar que la recibe y donde emprende los retos de una vida independiente, la traducción de un libro y el cuidado y educación de un perro lleva el sugerente nombre de La Escapa y constituye un opresivo microcosmos tensionado por una decena de personajes parcamente descritos y un paisaje rocoso y árido de raigambre andaluza presidido por un inquietante monte llamado El Glauco. Dice Sergio del Molino que las historias que cuentan la España vacía halagan dos clases de prejuicios: los de la España negra y los del beatus ille. Sara Mesa opta por el primero al trazar alrededor de Nat una sociedad que azuza la desconfianza, la envidia y el machismo constriñendo las ansias de libertad personal que en La Escapa buscaba.

Sin embargo, en Un amor el verdadero conflicto no es entre lo urbano y lo rural, sino entre el sentido de poder o de vulnerabilidad de la protagonista ante los nuevos actos que acomete, como por ejemplo el alquiler de una casa, la labor de traducción y, sobre todo, la vivencia de su sexualidad, en especial la tortuosa relación que Nat emprende con uno de los vecinos. De la misma forma, el cainismo heredado de la España negra no procede tanto de La Escapa como de la propia alma de la forastera. La fría disección que, página tras página, Sara Mesa realiza con los sentimientos, miedos y contradicciones de su protagonista son de un enorme atractivo y valor. La influencia de Dostoievski es evidente, también en el potente narrador, que, junto a una inteligente alternancia del estilo directo y distintas formas del indirecto, hace que el lector no sienta otra necesidad que pasar volando las páginas y seguir dejándose herir por el desasosiego del relato. Este parece adquirir dimensiones de tragedia griega, aunque tamizada por la culpa católica: el conjunto de La Escapa funciona como el coro que amplifica el juicio, algunos de sus miembros individuales como el corifeo o el oráculo advirtiendo de malos presagios.

Toda la presión insuflada, el ambiente angustioso y a la vez distante, las referencias y simbologías y las fricciones entre personajes parecen dispuestos para un desenlace trágico, que, dada la fidelidad con que el lector ha respondido y se ha dejado embelesar, es esperado con ansia. Este clímax simplemente no se produce y es sustituido por un remate abierto y deslavazado que depara en traición al resto del libro y que trunca el sentido trágico con el que se ha estado jugando. La decepción final es notable, fundamentalmente por la maestría y profundidad de las páginas restantes.

Un amor

Sara Mesa

Anagrama, 2020

192 páginas, 17.90 €

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