Miserere

Miserere es una novela que usa y abusa del género negro. ¿Por qué lo usa? Porque el cadáver que aparece en las primeras páginas y la resolución de sus misterios sirven de excusa a la narración y descripción de un Madrid sórdido cruel. ¿Por qué abusa del género negro? Porque transgrede su lenguaje y sus técnicas llevándolos a un lugar donde la mezcla de narradores y discursos y la prosa de algunas de sus páginas buscan deleitar al lector con unas formas más propias de los narradores del Boom que de los estándares del género.

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Sinopsis

La vida de tres personajes se cruzan por cortesía de este cadáver ofrendado por una noche de Carnaval en el barrio de Lavapiés: el juez de guardia que ha de levantarlo, una joven chica de compañía huérfana y el ambicioso delegado del Gobierno emprenden un vertiginoso vaivén entre pasado y futuro, culpa y redención, que acaba diseccionando nuestro sistema político, social y policial. Casi nada se salva en el retablo lóbrego de Miserere, esculpido al ritmo de los monólogos o salmos que uno de sus héroes exhorta dando así nombre a la novela; si acaso Madrid, cuyas gentes, olores, texturas o estaciones son descritas para tal vez elevar a esta ciudad al rango de verdadera protagonista de la narración.

El peso de la culpa ahoga a los personajes, también al variado crisol de secundarios que poco a poco van tensando la trama, afilando la lectura y añadiendo sorpresas y reconocimientos que elevan la dosis de esperanza y expectación del lector. Todos se sumergen en la negrura, en la confusión, en el pecado para huir del mismo pecado, y algunos acaban por ahogarse en muertes justas o injustas que cierran la novela sin dejar suelta ni una pieza. ¿Quiénes mueren? El misterio de página tras página contesta en esta novela que con sus usos y abusos no es negra, sino negrísima.

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